viernes, 23 de noviembre de 2012

Claroscuros

Los sudafricanos tienen un gran espíritu de respeto y comprensión del mundo natural. Lo saben observar, disfrutar, cuidar y compartir con asombrosa maestría, pero como pasa cuando nos negamos a ver una verdad evidente, difícilmente concluirán tras estudiarlo que es necesaria la convivencia de especies para que un ecosistema subsista. ¿Sobrevivirá este país a los agravios del racismo?

Recorrer estas tierras de paisajes que roban el aliento hasta a los mosquitos, ricas en vegetación, diversas y mágicas puede suponer un ejercicio estricto de enajenación si no quieres que la situación política y la discriminación motivada por una simple predisposición genética te abofetee constantemente. Por fortuna la gente se relaciona con cordialidad, pero aún es raro ver que se interrelacione. Cada barrio pertenece a uno de los cuatro grupos raciales que se establecieron durante el apartheid, también los oficios, incluso se habla de regiones de blancos, asiáticos, negros, o de color. ¡Y el presidente...! Zuma, el actual representante de la gloriosa ANC liderada por Mandela durante el quinquenio 1994-1999 es ahora una persona corrupta, sin escolarizar cuyos intereses no sobrepasan el bienestar personal y de sus amigos, que por supuesto, acabarán recompensándole (esta opinión es general).

Cito palabras textuales de un sudafricano de color: "se está viviendo un apartheid invertido: ahora los negros mandan y si tu color de piel no es ese, puedes prepararte para  tener dificultades, al menos a nivel laboral". Evidentemente hay que salvar las distancias. No hay ley escrita que limite a las personas a mezclarse, ni vivir, acceder determinados lugares o recibir educación, pero sí existen medidas que favorecen a la población negra como intento de reconciliarles con el pasado. Esto significa que las empresas deberán anteponer el color de piel a la preparación y capacidades a la hora de seleccionar su personal, otra potencia de la consciencia diferenciadora.

Parece que la globalización ejerce un efecto positivo en las generaciones jóvenes quienes empiezan a ver personas y no gamas cromáticas. ¡Ojalá!

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cape Town


Un grupo de niñas canta de camino a la escuela. También entona versos musicalizados aquella pareja que enfila, descalza, la escarpada Table Mountain. Los rostros de todos ellos sonríen, mientras que sus coplas recuerdan más a lánguidos mantras que a tonadillas de jolgorio y comprendo, entonces, que así debe ser. Si Cape Town se llamase Contratiction Town nadie se extrañaría. ¡Viven los contrastes! Innumerables, a veces deliciosos, otras sorprendentes, algunas desgarradores: Amanece un día lloviznoso y las nubes dibujan sombras imponentes sobre las montañas que nos rodean. De camino al epicentro de la ciudad me codeo con informatizados trabajadores mientras sorteo a fashionistas ataviados de coloridos trapos y personas dedicadas a la perpetua contemplación. Pronto sale el sol, rabioso por el protagonismo que las nubes le quitaron y abrasa nuestros cuerpos. Un parque explosiona en color combiando plantas, aves y roedores exóticos con pálidos rosales que nos remiten a un pasado colonial. El mar decide acariciar las rocas con suavidad y presumir de aguas cristalinas. ¿Será que está preparando sus entrañas para recibir la tormenta que se avecina?

El ritmo pausado se agita en busca de resguardo, empieza un concierto de truenos y proyección de relámpagos que engalanan el cielo hasta en los suburbios donde desconocen el significado de esa palabra. Las paradojas también descansan de noche, pero las antítesis alimentan nuestros sueños y logro dormir recordando el Cabo de Buena Esperanza, donde se juntan el Índico y Atlántico. Es cierto, la magia que guarda esta pareja al encontrarse es indescriptible, como el amor.