sábado, 8 de diciembre de 2012

África

Espero no acostumbrarme nunca a la intensidad de sonidos que estas tierras regalan cada segundo, en cada rincón, sin razón alguna o por todas ellas. Encender la radio en el África que estoy conociendo es más que un delito. El viento barre los pastos, mece hojas de mapani, acacias, amarulas, umbhondos y umhwahwas. Los pájaros también se manifiestan rítmicos y sagaces. Interactúan entre ellos: ahora canta un starling, se queja un búho, pavonea una gallina de guinea después, bromean las avestruces, chillan las águilas y otras tantas especies simplemente repiquetean marcando el compás de esta sinfonía incompleta aún porque las cicadas, chicharras, crickets, saltamontes, grillos, abejas, abejorros, moscas, mosquitos y sólo ellos saben cuántos bichos más son la base perenne del concierto africano. Hoy las cabras también dan la nota, ayer fueron las zebras, igual los burros inicien una huelga el fin de semana, y algún día los leopardos decidan participar. Aquí todo pasa, pasa todo y no pasa nada sin que nada no pase. La tierra ríe, sí, cruje risueña ante las cosquillas de los milpiés que repiquetean sus tripas. ¿O será simplemente el reflejo de los rostros que la miran?

La muy marcada diferencia tribal se desvanece cuando llega el momento de regalar sonrisas y preguntar hasta por tus mascotas a la hora de saludar. Incluso con los ojos vendados cualquier persona se dará cuenta de que los africanos son expertos en ser felices y hacer feliz a quien se cruce por su camino. No viven en poblaciones sino en familias. Aceptan las circunstancias que llegan cuando amanece, las comparten celebrándolas si son buenas o trabajando en conjunto si requieren solución. Sorprende conocer el índice de mortalidad entre jóvenes, y aún así no ver a ningún huérfano deambulando por las calles. Para ellos es obvio: esas criaturas son familia, y por lo tanto las acogerán como tal, igual que hacen con los turistas aunque sólo vayan a estar cinco minutos de paso por su comunidad.





3 comentarios:

  1. Genial escrito Pilu!!! tendríamos que aprender un poquito de esta gente y tener presente lo que tú has dicho y que me parece una frase genial: "ser felices y hacer feliz a quien se cruce por su camino". Un besazo enorme en la distancia
    Beatriz C.

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  2. Hay un estornino (¿o starling?) catalán (¿o universal?), que pía en sol mayor un habla reposada, lúcida y cromática. Un habla que se propaga surfeando vientos con extraños y eufónicos nombres, se enreda en los chips y me transmuta la tarde de domingo con la complicidad de la pantalla del PC: toda África se me muestra esculpida en esa sinfonía de sonidos que el estornino (¿o starling?) catalán (¿o universal?) traslada a la partitura de su vida. Suena bien, suena muy bien, suena deleitosamente, en tiempo de adagio: ahora mismo surge un lentísimo de los instrumentos de viento al que se suman el ulular de ese búho, el llorar lastimero de los cocodrilos, el arrullo de palomas contrapunteado por el balar de cabras y un pianísimo cloquear de gallinas (de Guinea, of course); luego arrolla una potente y brillante percusión que se enriquece con el barritar del elefante, el chirriar de grillos, el gorjear de pájaros, el chillar del águila, el arrufar de los perros, el cacareo del gallo; enmarañado entre los instrumentos de cuerda se percibe, en acordes alternos y ligados, el himplar del leopardo, un rugido de león, potente y sostenido, y el zumbido de moscas y abejas con el trémolo de un suspiro. En el último acorde, un roznar de asno pertinaz dice lo suyo como un mantra. (Y del bosque de Muniellos un potente gruñido de oso amoroso se incorpora al concierto, rompiendo con sus patazas distancias, etnias, especies, colores de piel…). La sinfonía ha terminado. Ojalá vaya seguida de tan sólo un brevísimo calderón de silencio. En este mismo instante, en África estalla la Vida apasionante y unos ojos desbordados y apasionados la contemplan y cuentan. ¡Cuídate, abantwana!


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  3. El tiempo que yo exista no depende de mí. Que, mientras dure mi existencia, yo exista realmente, sí depende de mí. (Séneca)

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