Hoy, 24 de diciembre es posible que llueva. En Zimbabwe necesitamos que las gotas divinas empapen la tierra. Hace más de una semana que las temperaturas son demasiado altas para que la vegetación y los cultivos a los que tantas horas hemos dedicado, sobrevivan sin ese agua que alimenta las entrañas de la tierra. Mbongeni deposita sus esperanzas en el cielo porque así podrá cazar hormigas de fuego voladoras, ¡todo un manjar!, dice.
Conducimos hasta el centro de la ciudad donde un paisano disfrazado de Papá Noel arrastra los pies al compás de villancicos -esos adornados por campanillas que simulan nieve- mientras mueve el trasero siguiendo el ritmo de Brenda Fassie, la diva del pop africano. Si no fuese por las notas de color y calor podría pensar que estoy en Puertaferrisa, embebida entre una multitud que se apresura a cumplir con compras de última hora pero en lugar de corbatas, cava y turrón a esta gente le van los electrodomésticos, mantas, algún juguete, zumos, coca-cola y comida. Pese a la avalancha de potenciales consumidores algunos establecimientos mantienen el cartel de cerrado. Al fin y al cabo, hace dos días el gobierno anunció a través de los medios de comunicación con total normalidad que hoy sería un día festivo, porque sí.
Y ha vuelto a amanecer. ¿Quién iba a entender que antes de antes de ayer se acabaría el mundo si aquí parece acabado de nacer? Ya no sólo es la opulencia de naturaleza virgen y abundante, sino también la actitud de este pueblo que empieza a dar sus primeros pasos para salir de la pobreza. Y son firmes. Cada día avanzan en la autoconsciencia de que África es rica y de que la huída de la pobreza no depende de la ayuda internacional, sino de ellos mismos. Educación, esfuerzo, trabajo y paciencia e independencia. ¡Y podrán caminar!
Conducimos hasta el centro de la ciudad donde un paisano disfrazado de Papá Noel arrastra los pies al compás de villancicos -esos adornados por campanillas que simulan nieve- mientras mueve el trasero siguiendo el ritmo de Brenda Fassie, la diva del pop africano. Si no fuese por las notas de color y calor podría pensar que estoy en Puertaferrisa, embebida entre una multitud que se apresura a cumplir con compras de última hora pero en lugar de corbatas, cava y turrón a esta gente le van los electrodomésticos, mantas, algún juguete, zumos, coca-cola y comida. Pese a la avalancha de potenciales consumidores algunos establecimientos mantienen el cartel de cerrado. Al fin y al cabo, hace dos días el gobierno anunció a través de los medios de comunicación con total normalidad que hoy sería un día festivo, porque sí.
Y ha vuelto a amanecer. ¿Quién iba a entender que antes de antes de ayer se acabaría el mundo si aquí parece acabado de nacer? Ya no sólo es la opulencia de naturaleza virgen y abundante, sino también la actitud de este pueblo que empieza a dar sus primeros pasos para salir de la pobreza. Y son firmes. Cada día avanzan en la autoconsciencia de que África es rica y de que la huída de la pobreza no depende de la ayuda internacional, sino de ellos mismos. Educación, esfuerzo, trabajo y paciencia e independencia. ¡Y podrán caminar!