lunes, 24 de diciembre de 2012

A propósito, ¡feliz Navidad!

Hoy, 24 de diciembre es posible que llueva. En Zimbabwe necesitamos que las gotas divinas empapen la tierra. Hace más de una semana que las temperaturas son demasiado altas para que la vegetación y los cultivos a los que tantas horas hemos dedicado, sobrevivan sin ese agua que alimenta las entrañas de la tierra. Mbongeni deposita sus esperanzas en el cielo porque así podrá cazar hormigas de fuego voladoras, ¡todo un manjar!, dice.

Conducimos hasta el centro de la ciudad donde un paisano disfrazado de Papá Noel  arrastra los pies al compás de villancicos -esos adornados por campanillas que simulan nieve- mientras mueve el trasero siguiendo el ritmo de Brenda Fassie, la diva del pop africano. Si no fuese por las notas de color y calor podría pensar que estoy en Puertaferrisa, embebida entre una multitud que se apresura a cumplir con compras de última hora pero en lugar de corbatas, cava y turrón a esta gente le van los electrodomésticos, mantas, algún juguete, zumos, coca-cola y comida. Pese a la avalancha de potenciales consumidores algunos establecimientos mantienen el cartel de cerrado. Al fin y al cabo, hace dos días el gobierno anunció a través de los medios de comunicación con total normalidad que hoy sería un día festivo, porque sí.

Y ha vuelto a amanecer. ¿Quién iba a entender que antes de antes de ayer se acabaría el mundo si aquí parece acabado de nacer? Ya no sólo es la opulencia de naturaleza virgen y abundante, sino también la actitud de este pueblo que empieza a dar sus primeros pasos para salir de la pobreza. Y son firmes. Cada día avanzan en la autoconsciencia de que África es rica y de que la huída de la pobreza no depende de la ayuda internacional, sino de ellos mismos. Educación, esfuerzo, trabajo y paciencia e independencia. ¡Y podrán caminar!

sábado, 8 de diciembre de 2012

África

Espero no acostumbrarme nunca a la intensidad de sonidos que estas tierras regalan cada segundo, en cada rincón, sin razón alguna o por todas ellas. Encender la radio en el África que estoy conociendo es más que un delito. El viento barre los pastos, mece hojas de mapani, acacias, amarulas, umbhondos y umhwahwas. Los pájaros también se manifiestan rítmicos y sagaces. Interactúan entre ellos: ahora canta un starling, se queja un búho, pavonea una gallina de guinea después, bromean las avestruces, chillan las águilas y otras tantas especies simplemente repiquetean marcando el compás de esta sinfonía incompleta aún porque las cicadas, chicharras, crickets, saltamontes, grillos, abejas, abejorros, moscas, mosquitos y sólo ellos saben cuántos bichos más son la base perenne del concierto africano. Hoy las cabras también dan la nota, ayer fueron las zebras, igual los burros inicien una huelga el fin de semana, y algún día los leopardos decidan participar. Aquí todo pasa, pasa todo y no pasa nada sin que nada no pase. La tierra ríe, sí, cruje risueña ante las cosquillas de los milpiés que repiquetean sus tripas. ¿O será simplemente el reflejo de los rostros que la miran?

La muy marcada diferencia tribal se desvanece cuando llega el momento de regalar sonrisas y preguntar hasta por tus mascotas a la hora de saludar. Incluso con los ojos vendados cualquier persona se dará cuenta de que los africanos son expertos en ser felices y hacer feliz a quien se cruce por su camino. No viven en poblaciones sino en familias. Aceptan las circunstancias que llegan cuando amanece, las comparten celebrándolas si son buenas o trabajando en conjunto si requieren solución. Sorprende conocer el índice de mortalidad entre jóvenes, y aún así no ver a ningún huérfano deambulando por las calles. Para ellos es obvio: esas criaturas son familia, y por lo tanto las acogerán como tal, igual que hacen con los turistas aunque sólo vayan a estar cinco minutos de paso por su comunidad.





viernes, 23 de noviembre de 2012

Claroscuros

Los sudafricanos tienen un gran espíritu de respeto y comprensión del mundo natural. Lo saben observar, disfrutar, cuidar y compartir con asombrosa maestría, pero como pasa cuando nos negamos a ver una verdad evidente, difícilmente concluirán tras estudiarlo que es necesaria la convivencia de especies para que un ecosistema subsista. ¿Sobrevivirá este país a los agravios del racismo?

Recorrer estas tierras de paisajes que roban el aliento hasta a los mosquitos, ricas en vegetación, diversas y mágicas puede suponer un ejercicio estricto de enajenación si no quieres que la situación política y la discriminación motivada por una simple predisposición genética te abofetee constantemente. Por fortuna la gente se relaciona con cordialidad, pero aún es raro ver que se interrelacione. Cada barrio pertenece a uno de los cuatro grupos raciales que se establecieron durante el apartheid, también los oficios, incluso se habla de regiones de blancos, asiáticos, negros, o de color. ¡Y el presidente...! Zuma, el actual representante de la gloriosa ANC liderada por Mandela durante el quinquenio 1994-1999 es ahora una persona corrupta, sin escolarizar cuyos intereses no sobrepasan el bienestar personal y de sus amigos, que por supuesto, acabarán recompensándole (esta opinión es general).

Cito palabras textuales de un sudafricano de color: "se está viviendo un apartheid invertido: ahora los negros mandan y si tu color de piel no es ese, puedes prepararte para  tener dificultades, al menos a nivel laboral". Evidentemente hay que salvar las distancias. No hay ley escrita que limite a las personas a mezclarse, ni vivir, acceder determinados lugares o recibir educación, pero sí existen medidas que favorecen a la población negra como intento de reconciliarles con el pasado. Esto significa que las empresas deberán anteponer el color de piel a la preparación y capacidades a la hora de seleccionar su personal, otra potencia de la consciencia diferenciadora.

Parece que la globalización ejerce un efecto positivo en las generaciones jóvenes quienes empiezan a ver personas y no gamas cromáticas. ¡Ojalá!

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cape Town


Un grupo de niñas canta de camino a la escuela. También entona versos musicalizados aquella pareja que enfila, descalza, la escarpada Table Mountain. Los rostros de todos ellos sonríen, mientras que sus coplas recuerdan más a lánguidos mantras que a tonadillas de jolgorio y comprendo, entonces, que así debe ser. Si Cape Town se llamase Contratiction Town nadie se extrañaría. ¡Viven los contrastes! Innumerables, a veces deliciosos, otras sorprendentes, algunas desgarradores: Amanece un día lloviznoso y las nubes dibujan sombras imponentes sobre las montañas que nos rodean. De camino al epicentro de la ciudad me codeo con informatizados trabajadores mientras sorteo a fashionistas ataviados de coloridos trapos y personas dedicadas a la perpetua contemplación. Pronto sale el sol, rabioso por el protagonismo que las nubes le quitaron y abrasa nuestros cuerpos. Un parque explosiona en color combiando plantas, aves y roedores exóticos con pálidos rosales que nos remiten a un pasado colonial. El mar decide acariciar las rocas con suavidad y presumir de aguas cristalinas. ¿Será que está preparando sus entrañas para recibir la tormenta que se avecina?

El ritmo pausado se agita en busca de resguardo, empieza un concierto de truenos y proyección de relámpagos que engalanan el cielo hasta en los suburbios donde desconocen el significado de esa palabra. Las paradojas también descansan de noche, pero las antítesis alimentan nuestros sueños y logro dormir recordando el Cabo de Buena Esperanza, donde se juntan el Índico y Atlántico. Es cierto, la magia que guarda esta pareja al encontrarse es indescriptible, como el amor.

jueves, 25 de octubre de 2012

Periplo Espacial


¿Qué sucedería si ganase un premio de un viaje “a donde usted quiera” al que faltase un apartado de letra pequeña que excluyese El Espacio como destino a elegir? ¿Podría demandar a los premiadores por publicidad engañosa con el fin de acabar consiguiendo mi tour por Las Estrellas con escala en La Luna?

Siempre he soñado con conocer La Vía Láctea, y poder  intravolarla –no me valen las cámaras de gravedad 0, está claro- aunque tampoco negaré que una inquietud ha acompañado esta fantasía de infancia, adolescencia y ¿madurez? … ¿Qué pasaría si me diese impulso en busca de algún ente atractivo y no encontrase nada contra lo que chocar y redireccionar mi vuelo?

¡Benditos físicos! Hace pocos días me dieron la solución: por lo visto, el problema dejaría de serlo si al emprender el viaje cargásemos con un objeto pesado que deberíamos lanzar al querer cambiar de rumbo. De esta forma ejerceríamos una aceleración en dirección y sentido diferente al  que llevábamos. Así que ya sabéis… No olvidéis meter en la maleta un saco lleno de pelotas de petanca al preparar vuestro periplo por El Espacio, no vaya a ser que queráis volver a la nave en busca de tortilla deshidratada y no tengáis cómo…