jueves, 4 de abril de 2013

El Triunfo

Los gallos anuncian puntualmente el amanecer. Las mujeres quichés e ixiles en seguida se enfilan frente al molino para esperar a que les muelan el maíz. Igual no hay frijol, pero las tortillas, tamalitos y atole abundan siempre.

Autobuses con decoración de discotecas punteras rugen ansiosos de pasajeros y despiertan con el claxon a los triunfeños más rezagados. Unos llevan el ganado al campo, abren las primeras tienduchas, los niños oliendo a jabón y alegría corren por las calles sin rumbo y un grupo de entusiastas españoles se dedican a actividades demasiado difíciles de comprender: ¡ordenan basura para construir un edificio! Parece ser que con llantas, latas y botellas formarán un centro cultural, algo así como una escuela de actividades divertidas. Ahora se dedican a ordenar por altura montones de llantas que parecen brotar del subsuelo. Una, dos, tres, cuatro… ¡cien! Ciento una, ciento dos…, suena el timbre de la escuela y los patojos corren para ayudar a mover las ruedas durante el recreo. Ciento cincuenta, ciento sesenta…, Juanita trae agua para aliviar el agotamiento. Ciento ochenta, ciento ochenta y una, ciento ochenta y dos…, ¡cada vez aprieta más el sol! Doscientas veinte, doscientas cincuenta, doscientas sesenta… sobran los mirones y faltan manos para mover tantas ruedas. Doscientas ochenta, doscientas noventa, ¡trescientas! Los cochinos y las cabras juegan entre los neumáticos y los oficinistas españoles ya no aguantan el sol de abril. Toman un descanso en el momento que los dioses mayas deciden apiadarse de sus huéspedes y envían un poco de brisa –abrasadora-. En el triunfo a partir de las 11 todos descansan hasta entrada la tarde, ese feliz momento de reuniones, títulos y comisiones inevitables.

Las cosas de palacio van despacio. ¡Pero qué palacio!





lunes, 4 de marzo de 2013

Moçambique

El fuerte viento que anuncia tormenta portea las graves voces de los mohecines que bendicen el amanecer en Ilha de Moçambique. La ciudad no espera a que el sol despunte antes de herbir en plena actividad -y calor-. El ritmo imita el vaivén pausado del océano Índico que tampoco espera a exhibir sus incontables azules, a cada cuál más bello, y la postal se colma de idilio cuando los cuerpos musculados de los pescadores entran en acción: todo un descaro al que las mujeres de abaya y hijab o burka se atreven a echar una ojeada.

Hoy el mar anda revuelto y la pesca no es buena. Cuatro horas de trabajo sin fruto son suficientes para asegurar que jugar a bao es la mejor opción con que ocupar el resto del día. Al fin y al cabo, volver a comer coco de las palmeras de la playa no está tan mal...

La historia en el interior de tierra firme es otra. Existen montañas que parecen hormigueros en actividad y geometría tocados por el arte de Oldenburg: privados de ojos ajenos se suceden los ritos, sacrificios y rituales que claman piedad a los ancestros para que la lluvia riegue los campos y sean buenas las cosechas. El precio del maíz no ayuda a sobrellevar la escasez de empleo y en la suerte de estos meses está la suerte de las provisiones para todo un año, todo un reto que sin la ritmada marrabenta sería imposible sobrellevar.

jueves, 7 de febrero de 2013

Lisale guhle

Dear Ebenezer family,

God has been very generous with me, so I wouldn't like to leave Zimbabwe without telling you this story:

Since very little I dreamed about two things. One was to travel around the world, the other to engage with development. I didn't exactly know what those dreams meant, how I'd put them in practice, where, when or how I would shape them, but I was certain I had to attend those desires so I set an approximate date for a long trip, being Africa my first stop.

I started working hard, very hard!!! There was once a moment when I had a full-time job and six other part-time jobs to save up money for the travels. I was also finishing my final degree thesis (like preparing for A levels), convincing my relatives that I would be save and searching for development projects to learn about on site. It was tiering, and many commodities, free time, seeing friends or even having proper sleep became mere illusions. But I was happy! I knew all the effort was to fulfill these two big dreams, so it was more than worth it!

And after a pretty long time, many moments of doubt and lack of light... it happened! A friend talked to me about Ebenezer and without realizing I was already planning with Renée my stay here. How wrong I was when I thought my joy couldn't be bigger! I've discovered that happiness doesn't have limits and for many reasons -of which I will tell you three- it is growing bigger and bigger in me every day:

To start I know that I'm doing what I have to be doing. I lack of any scientific reasons and explanations but it just feels right.

Then I am learning different views and ways to engage in development. Ebenezer is a beautiful project which brings hope to Zimbabwe through you. With all the knowledge you've acquired and the use of your hands, heads and hearts, employment, quality work, enthusiasm and values can be spread in this country.

 And the best bite for the end: it is from you that I get the biggest joy every day! All the learning I receive from each one of you is uncountable and you probably don't even realize... Of course that Ndebele lessons and songs count, but you've tough me much better things: with your example I've learnt about respect, hard work, politeness, cheer, sense of humor and even about accepting punishments with a smile!!!

Thank you. Thank you very much Zimbabwean family! I wish you many dreams, and the perseverance to make them become real.

Lisale guhle,

Piluzile Ncube_





lunes, 24 de diciembre de 2012

A propósito, ¡feliz Navidad!

Hoy, 24 de diciembre es posible que llueva. En Zimbabwe necesitamos que las gotas divinas empapen la tierra. Hace más de una semana que las temperaturas son demasiado altas para que la vegetación y los cultivos a los que tantas horas hemos dedicado, sobrevivan sin ese agua que alimenta las entrañas de la tierra. Mbongeni deposita sus esperanzas en el cielo porque así podrá cazar hormigas de fuego voladoras, ¡todo un manjar!, dice.

Conducimos hasta el centro de la ciudad donde un paisano disfrazado de Papá Noel  arrastra los pies al compás de villancicos -esos adornados por campanillas que simulan nieve- mientras mueve el trasero siguiendo el ritmo de Brenda Fassie, la diva del pop africano. Si no fuese por las notas de color y calor podría pensar que estoy en Puertaferrisa, embebida entre una multitud que se apresura a cumplir con compras de última hora pero en lugar de corbatas, cava y turrón a esta gente le van los electrodomésticos, mantas, algún juguete, zumos, coca-cola y comida. Pese a la avalancha de potenciales consumidores algunos establecimientos mantienen el cartel de cerrado. Al fin y al cabo, hace dos días el gobierno anunció a través de los medios de comunicación con total normalidad que hoy sería un día festivo, porque sí.

Y ha vuelto a amanecer. ¿Quién iba a entender que antes de antes de ayer se acabaría el mundo si aquí parece acabado de nacer? Ya no sólo es la opulencia de naturaleza virgen y abundante, sino también la actitud de este pueblo que empieza a dar sus primeros pasos para salir de la pobreza. Y son firmes. Cada día avanzan en la autoconsciencia de que África es rica y de que la huída de la pobreza no depende de la ayuda internacional, sino de ellos mismos. Educación, esfuerzo, trabajo y paciencia e independencia. ¡Y podrán caminar!

sábado, 8 de diciembre de 2012

África

Espero no acostumbrarme nunca a la intensidad de sonidos que estas tierras regalan cada segundo, en cada rincón, sin razón alguna o por todas ellas. Encender la radio en el África que estoy conociendo es más que un delito. El viento barre los pastos, mece hojas de mapani, acacias, amarulas, umbhondos y umhwahwas. Los pájaros también se manifiestan rítmicos y sagaces. Interactúan entre ellos: ahora canta un starling, se queja un búho, pavonea una gallina de guinea después, bromean las avestruces, chillan las águilas y otras tantas especies simplemente repiquetean marcando el compás de esta sinfonía incompleta aún porque las cicadas, chicharras, crickets, saltamontes, grillos, abejas, abejorros, moscas, mosquitos y sólo ellos saben cuántos bichos más son la base perenne del concierto africano. Hoy las cabras también dan la nota, ayer fueron las zebras, igual los burros inicien una huelga el fin de semana, y algún día los leopardos decidan participar. Aquí todo pasa, pasa todo y no pasa nada sin que nada no pase. La tierra ríe, sí, cruje risueña ante las cosquillas de los milpiés que repiquetean sus tripas. ¿O será simplemente el reflejo de los rostros que la miran?

La muy marcada diferencia tribal se desvanece cuando llega el momento de regalar sonrisas y preguntar hasta por tus mascotas a la hora de saludar. Incluso con los ojos vendados cualquier persona se dará cuenta de que los africanos son expertos en ser felices y hacer feliz a quien se cruce por su camino. No viven en poblaciones sino en familias. Aceptan las circunstancias que llegan cuando amanece, las comparten celebrándolas si son buenas o trabajando en conjunto si requieren solución. Sorprende conocer el índice de mortalidad entre jóvenes, y aún así no ver a ningún huérfano deambulando por las calles. Para ellos es obvio: esas criaturas son familia, y por lo tanto las acogerán como tal, igual que hacen con los turistas aunque sólo vayan a estar cinco minutos de paso por su comunidad.





viernes, 23 de noviembre de 2012

Claroscuros

Los sudafricanos tienen un gran espíritu de respeto y comprensión del mundo natural. Lo saben observar, disfrutar, cuidar y compartir con asombrosa maestría, pero como pasa cuando nos negamos a ver una verdad evidente, difícilmente concluirán tras estudiarlo que es necesaria la convivencia de especies para que un ecosistema subsista. ¿Sobrevivirá este país a los agravios del racismo?

Recorrer estas tierras de paisajes que roban el aliento hasta a los mosquitos, ricas en vegetación, diversas y mágicas puede suponer un ejercicio estricto de enajenación si no quieres que la situación política y la discriminación motivada por una simple predisposición genética te abofetee constantemente. Por fortuna la gente se relaciona con cordialidad, pero aún es raro ver que se interrelacione. Cada barrio pertenece a uno de los cuatro grupos raciales que se establecieron durante el apartheid, también los oficios, incluso se habla de regiones de blancos, asiáticos, negros, o de color. ¡Y el presidente...! Zuma, el actual representante de la gloriosa ANC liderada por Mandela durante el quinquenio 1994-1999 es ahora una persona corrupta, sin escolarizar cuyos intereses no sobrepasan el bienestar personal y de sus amigos, que por supuesto, acabarán recompensándole (esta opinión es general).

Cito palabras textuales de un sudafricano de color: "se está viviendo un apartheid invertido: ahora los negros mandan y si tu color de piel no es ese, puedes prepararte para  tener dificultades, al menos a nivel laboral". Evidentemente hay que salvar las distancias. No hay ley escrita que limite a las personas a mezclarse, ni vivir, acceder determinados lugares o recibir educación, pero sí existen medidas que favorecen a la población negra como intento de reconciliarles con el pasado. Esto significa que las empresas deberán anteponer el color de piel a la preparación y capacidades a la hora de seleccionar su personal, otra potencia de la consciencia diferenciadora.

Parece que la globalización ejerce un efecto positivo en las generaciones jóvenes quienes empiezan a ver personas y no gamas cromáticas. ¡Ojalá!

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cape Town


Un grupo de niñas canta de camino a la escuela. También entona versos musicalizados aquella pareja que enfila, descalza, la escarpada Table Mountain. Los rostros de todos ellos sonríen, mientras que sus coplas recuerdan más a lánguidos mantras que a tonadillas de jolgorio y comprendo, entonces, que así debe ser. Si Cape Town se llamase Contratiction Town nadie se extrañaría. ¡Viven los contrastes! Innumerables, a veces deliciosos, otras sorprendentes, algunas desgarradores: Amanece un día lloviznoso y las nubes dibujan sombras imponentes sobre las montañas que nos rodean. De camino al epicentro de la ciudad me codeo con informatizados trabajadores mientras sorteo a fashionistas ataviados de coloridos trapos y personas dedicadas a la perpetua contemplación. Pronto sale el sol, rabioso por el protagonismo que las nubes le quitaron y abrasa nuestros cuerpos. Un parque explosiona en color combiando plantas, aves y roedores exóticos con pálidos rosales que nos remiten a un pasado colonial. El mar decide acariciar las rocas con suavidad y presumir de aguas cristalinas. ¿Será que está preparando sus entrañas para recibir la tormenta que se avecina?

El ritmo pausado se agita en busca de resguardo, empieza un concierto de truenos y proyección de relámpagos que engalanan el cielo hasta en los suburbios donde desconocen el significado de esa palabra. Las paradojas también descansan de noche, pero las antítesis alimentan nuestros sueños y logro dormir recordando el Cabo de Buena Esperanza, donde se juntan el Índico y Atlántico. Es cierto, la magia que guarda esta pareja al encontrarse es indescriptible, como el amor.